Que cosa más curiosa la memoria. Cuando nos empeñamos en rebuscar en ella, en encontrar un recuerdo concreto, un momento que guardamos con cariño, no está o no está completo. Cuando intentamos guardarlos bajo siete llaves siempre se escapan y aparecen cuando no deben. La memoria es traicionera, cada uno recuerda lo mismo de una manera distinta, escuché en algún lado. Los recuerdos son jodidos y un tanto cabrones, a veces. Es lo que tiene la memoria que es así, un poco traicionera.
Pero tampoco es tan mala después de todo, guarda pequeños detalles pero no todos y así es más fácil. Nos olvidamos de algunas cosas verdaderamente importantes y no me refiero a que dijimos o callamos si no a que hicimos a como nos miramos o cuantas miradas esquivamos. Olvidamos cuantas veces nos reímos o como era exactamente esa sensación en nuestro estómago. A veces incluso lo que sentíamos deja de ser tan nítido pero recordamos que llevábamos puesto y porqué con total exactitud. Y es ahí donde vemos que la memoria no es tan mala. Nos deja irnos, aferrarnos a detalles insignificantes para no herirnos con los demás. No es tan mala entonces. No es que no sea perfecta pero como es nuestra lo único que hace en ocasiones es ayudarnos a olvidar mientras recordamos.
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