Dicen que tardamos
siete minutos en dormirnos, y que en los primeros seis minutos y cincuenta y
nueve segundos, nuestra cabeza, automáticamente, reproduce todos y cada uno de
los momentos vividos a lo largo de ese día; y que en el último segundo, aparece
la persona que te ha hecho feliz hoy. Finalmente, el cerebro se queda con lo
más importante, con lo que más le ha gustado y lo transmite en forma de
película, una película llamada "sueños".
Yo soy de las que
se acuerdan de lo que sueñan el noventa por ciento de las veces pero no sé si
sueño con lo que me ha hecho feliz. A veces sueño con dinamita, como me gusta
decir, y cuando me despierto no entiendo porqué. La dinamita no me hace feliz
pero puede que sea mi única forma conocida de algo parecido a la felicidad.
Algunas veces pienso que todo es más simple que eso. Que la felicidad está en
cualquier parte y que a veces se esconde en los sueños para conocerla o para
retenerla allí, en el archivo de “los casi algo pero al final no”. Dicen que
los sueños, sueños son. Que es difícil cumplirlos y que cuando los conseguimos
ya no sabemos porque lo soñábamos. Yo sueño con dinamita y no porque me haga
feliz, no porque busque alcanzarla si no porque solo conozco esa extraña pero
cierta forma de felicidad.
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