¿Será verdad? ¿Tendré esa costumbre? Yo creo que sí. Idealizar es la cosa más común del mundo y es que todos lo hacemos. A veces es como si idealizar a alguien fuese un pequeño camino de huida. Huida de alguien que no fue como debería ser. Que te dejó distinto y un tanto perdido. Idealizar nos ayuda a centrarnos en otro camino, a olvidar un poco y a ocupar nuestra mente con pensamientos distintos. Distintos a esos que se apoderan de ti en esos momentos de calma y silencio ¿Sirve de algo idealizar, realmente? Yo no lo sé. Idealizamos para sentirnos mejor, para tener la certeza de que realmente hay algo perfecto o casi que necesitamos tener, olvidándonos de que esa extraña palabra, perfección, no es más que un invento. Que no existe, que roza lo comercial. Que es algo que se vuelve el centro de nuestras vidas muchas veces. La idealización y la perfección son hermanas traviesas que juegan con nosotros, que nos engañan hasta el punto de hacerse imprescindibles, siendo en realidad innecesarias. Todos sabemos secretamente que no las necesitamos pero nos aterra pensar en qué habrá sin ellas. Yo no creo que necesite a alguien perfecto o algo perfecto. Yo lo que quiero es a alguien verdaderamente imperfecto que me enseñe a tener algo perfecto o mejor, algo casi perfecto. Y es que las cosas casi perfectas son las mejores, las que encontramos por casualidad y aprendemos a amarlas ¿Que si yo idealizo? Por supuesto, pero es que yo soy humana ¿Que si dejaré de hacerlo? Bueno, lo estoy intentando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario