Ella caminaba decidida, guapa como siempre y con una sonrisa. Él iba a su lado un tanto nervioso, un tanto pensativo. La noche era una noche como cualquier otra. Ni un cielo completamente estrellado ni una luna de infarto, todo normal, simple. Pero de pronto él se paró y la agarró por la cintura.
-Te quiero.
Ella lo miró inclinando levemente la cabeza. Primero sonrió, luego comenzó a reírse. Él la miró perplejo. Ella no permaneció mucho sin pronunciarse.
-¿Tú te crees que soy gilipollas?-Y comenzó a andar meneando la cabeza, dejándolo atrás.
Y ahora cuando piensa en ello se pregunta si realmente fue una gilipollas o si lo es.
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