Cata entró veloz en la cafetería. En la mesa de siempre estaban ellas. Una alta y morena, con tacones de vertigo sin avergonzarse de nada, otra más baja y rubia, vestida impecable con unas cuantas marcas, y por último otra rubia con una mechas recién hechas y un cabello perfectamente liso. Se giraron y le sonrieron mientras ella se apróximaba. Con otra sonrisa las saludó y se sentó.
-Bueno ¿Nos vas a decir a que viene esto de quedar con tanta insistencia?
-Y lo de volver una semana más tarde.
-Ah, y nuestros regalos ¿no?
-Chicas, por favor acabo de llegar. Contadme vosotras- La miraron con sus típicas miradas, la de cuéntamelo cuando quieras, la de no te hagas la loca y la de estoy impaciente. Cata decidió darles una pista. Se colocó un mechón de cabello tras la oreja.
Ninguna se imaginaba lo que podía ser. Una camarera se acercó para tomarles notas. Las chicas pidieron cualquier cosa, estaban más centradas en Cata. Mientras la camarera traía el pedido las chicas intentaban sonsacarle algo, pero nada.
-Muy bien, aquí teneis- Y cuando cada una agarró lo suyo una de ellas lo vio.
-¡Oh, Dios mío! ¿Y ese pedrusco?- Cata se rió y mostró su mano izquierda.
-Pero ¿Cuándo?
-Hace cinco días- La miraron con cara de interrogación.
-Osea que te casaste- Aventuró una.
-No, te vas a casar-Dijo otras.
-Las dos-Dijo la más alta sonriendo a Cata.
-¿En serio? Pues danos detalles.
-Bien, pues... -Y Cata se recreó con cada detalle.
Se despidieron y cada una se fue por su lado. Una encendió un pitillo y se apoyó en su moto mirando el cielo, otra subió en un autobus y se puso los cascos y otra se fue con sus tacones a otra parte. Todas haciendo cosas distintas pero todas con el mismo pensamiento. Y por último una rubia con unas cuñas altas para saldar su altura, una flor en el pelo, unos pantalones cortos para resaltar sus encantos y un precioso diamante. Cata miró su mano, miró su reflejo feliz en un escaparate. Lo sabía, sabía cada uno de sus pensamientos, las conocía demasiado bien. Y sí, quizás fuese joven, quizás fuese una locura, pero ella era feliz. Y en ese momento él llamó.
-¿Me vas a secuestrar?- Dijo ella al responder. Y él se rió.
-No, porque ahora ya eres mía ¿no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario