domingo, 6 de febrero de 2011

Un día de esos...

La periodista seguía con su cúmulo de preguntas intentando averiguar quién era ella y por qué era ella. Pero yo no quería compartila del todo. No quería que nadie la descubriera, por que cuando la descubrí todo cambió. Todo cambió mucho antes de aquel primer beso, de todas nuestras primeras veces. Todo cambió el día que la conocí. Y todo cambió cuando me di cuenta de lo que pasaba. Pero la periodista no había notado mi falta de atención y continuó hablando y preguntando pero yo iba esquivando preguntas o las contestaba en mi mente. Y con una pregunta en particular me llegó un recuerdo de aquel tiempo en el que eramos amigos.
Mayo. Época de estudiar para ella. Estaba inmersa en cientos de libros intentando recordar fechas, nombres, leyes, verbos en latín, declinaciones de griego, hablando un inglés a cachos, quejandose de tener que estudiar cosas en gallego... Y yo riéndome de sus métodos para recordar. Una noche, conseguí separarla de los libros y me la llevé a aquel piso que decidí no vender, a aquel piso al que decidí convertir en mi casa en esa ciudad. Después de cenar, una cena bastante accidentada por culpa de ambos, nos tumbamos en la azotea del edificio viendo las estrellas.
-¿Qué vas a hacer este verano?-Pregunté yo curioso.
-No sé. Primero déjame aprobar y luego me lo pienso.
-Sabes de sobra que vas a aprobar. Con lo que me llevas rayado, hasta podría aprobar yo si me presentase.-Me dió un codazo.-¿Qué? Es verdad. Venga, dime que quieres hacer.
-Es que no lo sé. Quiero hacer muchas cosas. Quiero, quiero acostarme cuando amanezca, quiero ponerme morena, quiero dormir hasta las tantas, quiero celebrar mis dieciocho de una manera inolvidable, quiero viajar a alguna parte, quiero tantas cosas...
-Pues parece que yo no entro en tus planes.-Dije de broma pero me salió en un tono demasido molesto. Cata se quedó muy quieta en ese momento. Los dos nos quedamos demasiado quietos. Se giró sobre un costado y apoyando la cabeza sobre una mano me sonrió y dijo:
-Quiero intentar ponerme morena y enterrarte en la arena, quiero dormir hasta las tantas pero sé que no me vas a dejar y que a las diez me estarás despertando, quiero irme de fiesta todas la noches contigo, quiero soplar mis dieciocho velas contigo y que me manches la cara de tarta... quiero que estes en mi verano. Pero no vas a estar.-Y se tumbó otra vez mirando el cielo.
-¿Y por qué no voy a estar?-Pregunté yo demasiado preocupado.
-Por que tu no vives realmente aquí, por que tienes que volver a tu casa, por que los dos sabemos que ya has pasado demasiado tiempo alejado de tu agenda tan apretada, por que no puedes parar más tiempo tu vida por...-Se calló derrepente. Aunque ninguno terminó la frase los dos sabíamos como terminaba. Seguimos en silencio un buen rato.
-Tienes razón.-Cata se giró derrepente.-No me voy a poder quedar aquí todo el verano. Pero eso no quiere decir que no vayamos a pasar el verano juntos. Ven conmigo.
-¿Contigo?
-Sí, ven conmigo.-Ella se rió.
-No puedo ir contigo. A parte de por lo evidente, todavía tengo 17.
-¿Lo evidente?
-Sí, lo evidente. Que yo no pinto nada en tu mundo. Además...-Sabía lo que pensaba pero no se lo dije.
-Pues ya verás.
-¿Ya veré?- Se rió ella.
-Sí, ya verás.-Sonreí- A ver ¿Dónde piensas viajar sin mí?
-No sé, quiero ir a Roma o a Verona. Pero seguro que acabo lo más lejos en Cantabria-Dijo reiéndose.
Cata siguió fantaseando sobre el verano y yo, mientras me perdía en sus ojos, pensaba la manera de cambiar el verano. La manera de que todo cambiase.

Y mientras la periodisata seguía con las preguntas yo recordaba a Cata más como me la había encontrado que cómo la había dejado. Y recordé el adiós de esa noche, inocente como siempre. Un beso en la mejilla y un buenas noches.

No hay comentarios:

Publicar un comentario